domingo, febrero 05, 2012
La piña
Una vez, me acuerdo, querida, fui valiente. No es común en mí, te dije, no soy el prototipo del héroe, ni siquiera tengo la bravura de la gente común. Pero una vez, querida, sé que anduve muy cerca de la hazaña, y ese recuerdo me calienta el espíritu. El Chano era, como todos los del grado, más fuerte que yo, más grande que yo, y más piola que yo. Flaquito y petiso, yo era el blanco fácil de todas las cargadas y alguna que otra piña. A veces, si protestaba, me desafiaban a esperarme en la esquina o a pelearme entre una clase y otra. En un recreo me vi frente al Chano, que, cabe agregar, tenía unos anteojos gruesos, y que, en realidad, no era ni de los más violentos ni de los más conchudos. Más bien era una especie de amigo: pero como todos me pegaban a mí, él también. La cuestión es que se pusieron todos alrededor esperando sangre, mi sangre. El Chano revoleó un par de piñas, yo como no tenía idea –y tenía mucho miedo- cerraba los ojos, me agachaba, me daba vuelta sin mucho ton ni son. Se acercaba mi castigo bajo el sol del recreo. Pero no sé, la verdad no sé, querida, cómo saqué una mano absurda, cómo revoleé una piña dichosa, que le desacomodó la jeta y los anteojos al pobre Chano, que quedó resoplando, con sangre en la nariz, como un buey herido desconcertado y estancado, ya sin ver, ya entregado a mi piña final. Miré al Chano y supe que era mío, que lo único que tenía que hacer era bajarle un diente a ese pobre infeliz que con la guardia baja hasta pedía de una vez su ejecución. Sentí arder en mí la brasa deliciosa de los vencedores, sonreí. Por fin tenía el poder para ejercerlo con esa hormiga, quizás ya no me joderían más, pasaría a ser yo también respetado, uno de los violentos: alguien.
Sí, querida, todavía me acuerdo del brillo glorioso de aquel día, de esa piña que no di, de como dejé que el tiempo lo salvara, y sonó la campana y terminó el recreo, y el Chano se pudo acomodar los lentes con los dientes intactos, y yo había sido por fin valiente, querida, al menos una vez, una vez por lo menos.
Sí, querida, todavía me acuerdo del brillo glorioso de aquel día, de esa piña que no di, de como dejé que el tiempo lo salvara, y sonó la campana y terminó el recreo, y el Chano se pudo acomodar los lentes con los dientes intactos, y yo había sido por fin valiente, querida, al menos una vez, una vez por lo menos.
Etiquetas: Escuela, Piña, Valentía
Caras
Parado en el preciso lugar donde estuve encapuchado y tirado sobre una colchoneta, volvieron a mí las caras de los compañeros que entonces estaban a mi lado. Me angustió que no pudieran compartir ese momento conmigo. Sentí un disfrute amargo porque, si bien de alguna manera les habíamos ganado, la conciencia de que mucha gente que debía haber estado ahí no estaba ni estaría jamás sepultó mi alegría.
(Mario Villani, en el libro DESAPARECIDO: memorias de un cautiverio, recordando su regreso a la ESMA junto a Néstor y Cristina Kirchner en 2003)
(Mario Villani, en el libro DESAPARECIDO: memorias de un cautiverio, recordando su regreso a la ESMA junto a Néstor y Cristina Kirchner en 2003)
Etiquetas: Desaparecido, ESMA, Mario Villani